Carne blanda en cada cambio de peso medular
huesos despejados, hombros aislados
la visión del león en un árido campo es dorada
como el pelaje, como la sombra erguida que avanza al horizonte.
Hay dos versiones en el paisaje de la bestia
tenso o relajado, en el dominio o el ataque
ahí reside, la perfección oscilante
enfoca y desenfoca, y en sus comisuras
el elixir de la eterna juventud.
El león siempre ha sido viejo e inocente
en sus fauces redime al sacrificado.
La presa se alimenta del intento,
de la astucia de la posibilidad,
y del poder de alimentar y ejercitar al enemigo
y quizá vencer...
bajo el rojizo crepuscular del hambre acumulada
las dos bestias rondan un mismo destino
a nadie pertenece la victoria del ejercicio
donde no hay orgullo que saciar
sino perseverar en el camino
de huesos y carne organizada.