cuando los pedacitos que nos constituyen son piedras de río que serpentean
uno no se anda sin saberlo, de los labios brotal el elixir de la plenitud
mas portentoso que el obtuso detener del tiempo
que al fin sus flujos son sólo remolinos de viento
graciles danzas de una dama que flota desnuda entre laureles
ni el trueno, ni los tintes escarlata cimbran el mundo
pues todos los cuchillos ya encajados están apaciguados y brillan en la hora mas dura del sol
el alma calma su furia entre alabanzas inquietantes, misteriosas, irrefutables
porque la perfección es bella,
en cada recoveco turbio es perfecto el corazón
el absoluto amor que ciega con el espléndido terror que no se sabe nombrar.
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