lunes, 19 de octubre de 2009

Física y metafísica de la escenificación.
Un proceso flexible en la creación del texto dramático y la escenificación.

La gran forma carece de forma.
Lao Tse.

Cuando comienzo la escritura de un texto o bien, planeo las formas en que habrá de desarrollarse el espectáculo, pienso en generar algunos parámetros e intento visualizar los elementos que en principio constituirán la ficción dramática. Luego de establecer algunas líneas que me permitan trazar las acciones y las relaciones de ese mundo imaginado, pienso en el cómo de la reconfiguración de la primera idea y su proceso de transformación; pienso en romper los parámetros, abrir las contenciones del texto, de-construir la convención y plantear un nuevo orden. Entonces pienso en las diferentes formas en que una relación dramática puede ser planteada; pienso en la linealidad y en la no linealidad de los fenómenos, en la concreción y la abstracción de las ideas, en crear una línea y luego romper con ella; pienso finalmente en crear el espectáculo que interactúe con las formas de la vida natural y el artificio de la evolución humana.
Todo aquello son ideas y necesidades recurrentes que dan origen a un proceso creativo que busca la transformación de ideas fijas, convenciones, conceptos y perspectivas de mundo. Necesidad y obsesión por generar formas que se elastizan, y que a su vez flexibilizan los mecanismos del trabajo creativo y el hacer mundano.
Integración, interacción, hermenéutica.
En el camino de la integración de las partes que constituyen una totalidad indivisible, la parte representa, constituye y por supuesto modifica la totalidad, ahí todo está en relación, todo es parte de lo mismo.
En el presente es cada vez más evidente, que aquellas cosas que en principio fueron separadas para su entendimiento y definición, interactúan constituyendo esa totalidad de la cual no somos conscientes. Participante inconsciente de los sistemas naturales y artificiales, el ser humano es un ser de repetición, aprendizaje y creación.
En su momento Heidegger se separó de la metafísica que rodeaba los fundamentos de la existencia para llegar a una ontología sin ficciones, donde el ser está siempre remitido a la temporalidad… indefinible, inacabado, hermenéutico. En Arte y poesía, Heidegger se refirió al arte para decir que cuando este ocurre “la historia comienza o recomienza”, evidenciando así, una posibilidad de apertura y replanteamiento del universo humano a partir del fenómeno artístico. Por otro lado y posteriormente Zambrano vincula la razón a la poesía para evidenciar una razón sensible, vulnerable, que cae en crisis para su renovación. Nietzsche por su parte habló de la evanescencia del ser y su potencial trascendencia: el superhombre que va más allá de sí mismo al crear, revolucionar y cambiar, y que no obstante contiene dentro de sí a la bestia natural. Contradicción como principio de transformación y trascendencia. Y fue también Nietzsche quien identificó la trama moral y el orden social como enmascaramiento humano; ficciones conceptuales que pretenden estabilizar lo inestable: la vida.
Por otro lado y desde otro lugar perceptivo, físicos, matemáticos, investigadores de los sistemas dinámicos, etc., se enfrentaron a la necesaria relación en todas las cosas.
La teoría del caos es una respuesta “r-evolutiva” en el pensamiento del hombre, una respuesta al reduccionismo que pretendía examinar los fenómenos físicos mediante la separación de los mismos. Dicha teoría consigue introducir en nuestra concepción del universo, un caos equiparado y en relación intrínseca con el orden, además de un equilibrio que radica en la oscilación, el cambio y la renovación del todo. La ciencia de la totalidad y la teoría del caos tienen su fundamento en el reconocimiento del comportamiento no lineal de los fenómenos caóticos que abren los sistemas y los transforman: así, orden y caos son comportamientos, dimensiones fundamentales de lo real.
Mediante los argumentos que constituyen esta teoría, consigo conceptualizar un panorama donde los sistemas dinámicos devienen en una cantidad x de posibilidades lineales y otra cantidad x de posibilidades no lineales, imprevisibilidad… que incluye una cantidad variable de líneas lógicas e ilógicas, líneas que a su vez contienen otras tantas posibilidades que se iteran repetidamente hasta suscitar el caos y la renovación del sistema; argumentos e intuiciones que combaten el reduccionismo que busca la estabilidad frente al fenómeno de la entropía.
El comportamiento físico y metafísico del universo manifiesta una tendencia natural y oscilante entre el orden y el caos, constituyéndose así la vasta complejidad de los sistemas que naturalmente se desestabilizan y desbordan cuando estos agotan su energía y deben transformarse o perecer.
Ver la cosa en tanto la cosa abre el abismo de lo inesperado y por su puesto el abismo de la finitud conceptual. Llegados a ella, cabría lanzarse ideológicamente hacia la reconfiguración, integrar la finitud y la nada, abrirse a las posibilidades infinitas, pero sobre todo, ir más allá de lo que hemos podido comprender mediante el cuento evolutivo que nos hemos contado.
Estas y otras perspectivas revelan la necesaria interacción entre lo fáctico y la idea, lo físico y lo metafísico, la ficción y la realidad, y un lugar donde dicha integración se experimenta es de hecho, el fenómeno artístico. Y más que una llana manifestación o expresión a partir de lo real, el arte es un portal de transformación, ya que en efecto la realidad se nutre y dialoga con la visión del artista, lo expuesto en la obra interactúa con lo real y lo transforma.
Así, el hecho escénico posee la cualidad de ser esa parte que representa al todo, porque al fin lo que llamamos realidad es una ficción tejida y articulada a lo largo del tiempo y el espacio, y la ficción se genera o degenera en base a lo físico, de modo que, nada es ficticio, o bien nada es real, y ambas cosas terminan por ser ciertas.
La integración de diversas formas y la ruptura de convenciones escénicas son las líneas principales de una iniciativa artística que trama realizarse en una otra dimensión de la realidad, puesto que la idea es sobre todo, hacer entrar en crisis todo principio, flexibilizar las nociones de lo real, para la renovación de un proceso creativo e ideológico.
Esta concepción del texto dramático y del espectáculo, busca que las formas entren en procesos de transformación constante y dinámica, ello, para dejar atrás las estructuras fijas en las formas escénicas en tanto límite e inercia creativa. Trascender la idea del cómo son las cosas, para dar paso a una nueva forma de ser.
Sabemos que el texto dramático y la escena ya no son planos de una sola dimensión y donde ejercer una sola forma. Los personajes, sus relaciones y el lenguaje se han ido transformando y las antiguas perspectivas de distancia entre realidad y ficción se han ido desvaneciendo, no obstante se sigue hablando en términos de establecer la convención, y de configurar una lógica para el hecho escénico, una lógica estable que prevalece, sea que se tome el camino realista o no, es decir, se es realista o no realista según sea el caso.
Creo en todo caso que es posible desarrollar la acción desde diferentes líneas de lógica, y mejor aún, hacer que la lógica, que la convención total se someta al caos, para justamente, romper con lo que se ha establecido una y otra vez, hasta que el fenómeno escénico integra dentro de sí, un orden y un caos en igualdad de condiciones.
El orden y el caos dentro del texto dramático son más que aspectos recurrentes, y en efecto, el fenómeno dramático se ha desarrollado desde dichas dinámicas hasta llegar a la teoría de que, el orden se fractura, irrumpe el caos y luego se restablece el orden… Ahora, la idea es proceder en este sentido: generar de entrada esa convención, ese orden inicial que ha de romperse más allá de su propia lógica, así, no sólo el orden lineal se abre, sino que también las formas expresivas se reconfiguran… no se restablece el orden, sino que emerge un nuevo sistema de formas. Para ello, es necesario reconocer en qué consiste la seguridad, la inercia dramática y luego identificar cual es el posible desarrollo de las formas no convencionales; primero generar un proceso de construcción de relaciones, parámetros de realidad y lógica para luego desbordar esa realidad, así la convención, el orden se convierte en una parte y no en la contención total del fenómeno, puesto que no habrá un solo marco de referencia sino varios marcos o líneas de creación de las situaciones, los personajes y sus lenguajes; diversos planos que interactúan lógica e ilógicamente en un universo armónico que es la totalidad de la obra creada.
Al vincular dos trazos opuestos de la ficción; sea la convención y su ruptura, lo concreto y lo abstracto, la física y la metafísica… se pretende desmantelar el reduccionismo en los esquemas ficcionales, asimismo, experimentar la dialéctica y reconciliación entre diversos aspectos de lo real. La necesidad es en todo caso la trascendencia del modelo, la estructura, el sistema cerrado; crear mecanismos escénicos que abran los sistemas desde la vulnerabilidad, la turbulencia, el azar, el hoyo negro… invocar el caos y abrir la pequeña ventana de la percepción.


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Especie de Bitácora del proceso de montaje Señorita Julia en la Dimensión desconocida.
Dirección y concepto: Gibrán Valencia
Las pautas del trabajo consisten en atender y experimentar desde dinámicas físicas el texto dramático, el hecho escénico. Flujo. Inmediatez, lecturas para conocer el texto y desconocerlo después como construcción e intuirlo como memoria orgánica. Texto-objeto-impulso, el texto es una pelota que va y viene y se impulsa mediante lo que el texto sugiere como energía, como impulso. Calidad de movimiento… movimiento… Rápido, lento, viscoso, suave, imperceptible, fluido, cortado, repetido… el texto es una guía flexible, se le atiende y se interactúa con él, se integra a nuestra vida, a nuestro cotidiano… lo violentamos si sentimos la necesidad… El contenido se queda en la médula, se convierte en médula, hueso de todo el espectáculo, el texto, sus significados, los que intuimos, los que sabemos, impulso inmediato, el pensamiento, la articulación existe en el proceso, se supedita al momento, a la acción, al presente. El actor es inducido a buscar alternativas, todas las que su imaginación pueda concebir hasta el cansancio, no hay una forma de resolver la acción y la palabra si no miles, diversas combinaciones en movimiento, renovación constante de las formas, hasta llegar a una forma idónea… El actor cohabita intelectual, emocional, energéticamente con esa construcción que llamamos personaje, el actor cohabita y reconoce estados energéticos del personaje y los comparte con él, lo atiende, lo juzga por momentos, y luego ya no, lo comprende, le dice si al personaje, para poder estar y decir sus palabras como si él fuera él y que sólo un individuo, un individuo diverso se pare sobre la escena, el actor vive el proceso de subyugar sus prejuicios del personaje para realizar una presencia energética, la física evidenciada en el cuerpo, operaciones físicas, fisiológicas, biológicas del cuerpo vivo, y al mismo tiempo, en otro plano horizontal esta la metafísica, todo lo que se piensa, se concibe, se articula, la trama metafísica del teatro como en la vida, y ahí todo se confunde, el artificio, la naturaleza, uno consume al otro y se moldean el uno al otro, así los actores y sus acciones, no existen líneas divisorias, es teatro, es vida, es trabajo, es, etc. etc.

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